Devolviendo el ritmo al aula

Durante mis prácticas de psicopedagogía en el St Ignasi me encontré con una situación común en muchas aulas: un clima tenso, alumnos desregulados y un ambiente que no terminaba de ser relajado. No era un caos total, pero sí un pequeño desafío diario: interrupciones constantes, dificultad para mantener la atención y, en general, un grupo que funciona, pero podría hacerlo mucho mejor.

Como especialista de música pensé que la música podría suponer una herramienta de autorregulación, y no solo en algo que suena de fondo.

Comencé a diseñar un proyecto de intervención psicopedagógica basado en el uso intencional y estructurado de la música. No se trata solo de poner playlists agradables, sino de elaborar un pequeño plan que permita:

  • Mejorar el ambiente emocional del aula.
  • Favorecer estados de calma y concentración.
  • Ofrecer herramientas simples al profesorado para reconducir momentos de tensión.
  • Ayudar a que el alumnado reconozca, regule y exprese sus propios estados emocionales.

Elaboro un plan de intervención dividido en fases: 

  • Fase 1: Observación y evaluación inicial.
    Identificar qué momentos del día o dinámicas generan más desregulación.
  • Fase 2: Introducción de estímulos musicales reguladores.
    Música suave para la entrada al aula, transiciones con ritmos marcados, pausas activas musicales…
  • Fase 3: Actividades dirigidas.
    Pequeños ejercicios de respiración guiada con música, reconocimiento emocional a través de canciones, rutinas musicales para comenzar o cerrar sesiones, etc.
  • Fase 4: Valoración y reajustes.
    La música activa zonas cerebrales vinculadas con la emoción, la motivación y la atención. Además, es una herramienta accesible y que suele ser bien recibida por la mayoría del alumnado.

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